En un show de hipnois, el hipnotista induce un estado similar a tu "trance problemático" en los voluntarios, durante el cual son altamente sugestionables.

Responden a las sugestiones como si fueran reales, aunque en realidad son solo pensamientos implantados por el Hipnotista.

Por ejemplo, el Hipnotista podría sugerir que la mano del voluntario está pegada a una silla, y el voluntario, a pesar de toda lógica, sentirá que genuinamente no puede mover su mano.

Desde afuera, está claro para la audiencia que esto es solo una sugestión... un pensamiento. Pero para el voluntario hipnotizado, lo siente real. Han olvidado que tienen el control y que su mente ha creado esta ilusión.

La sugestión hipnótica tiene poder únicamente porque el voluntario cree en el pensamiento, olvidando que es solo una construcción mental.

El Hipnotista Interno siempre está trabajando, plantando pensamientos y ofreciendo sugestiones en nuestras mentes como semillas.

Estos pensamientos florecen en percepciones y experiencias que pueden sentirse tan reales como cualquier cosa en el mundo exterior.

A veces, estos trances son inofensivos, como cuando nos perdemos en un sueño despierto o nos absorbemos en una tarea.

Pero en otras ocasiones, el Hipnotista Interno nos lleva a trances más problemáticos:

• El Trance de la Ansiedad: El Hipnotista Interno susurra pensamientos sobre el futuro—"¿Y si algo sale mal?"—y de repente, te encuentras atrapado en un bucle mental de preocupación, sintiendo como si el desastre fuera inminente.
• El Trance de la Baja Autoestima: Un simple pensamiento, como "No soy lo suficientemente bueno," puede convertirse en una experiencia completa de inseguridad, frenándote de tomar acción, como si el Hipnotista Interno te hubiera convencido de que estás encadenado a una silla.
• El Trance de la Ira: Un solo recuerdo, un pensamiento de injusticia o dolor, y te sumerges en un trance de ira, reaccionando como si el evento estuviera ocurriendo de nuevo, justo frente a ti.

...como si fueran órdenes de un Hipnotista y reaccionamos en consecuencia, sin darnos cuenta de que estamos bajo el hechizo creado por nuestra propia mente.

Así como un voluntario en el escenario cree que su mano está pegada a una mesa, nosotros también podemos vivir gran parte de nuestras vidas en estos trances cotidianos.

Pero aquí está la clave: el Hipnotista Interno no tiene tanto poder como pensamos. El poder no está en las sugestiones mismas, sino en nuestra creencia de que esas sugestiones son reales.

A medida que continúas observando al Hipnotista Interno en acción, comienzas a vivir cada vez más en un estado de no-trance. Este es un estado donde los pensamientos aún surgen, pero ya no los confundes con la realidad. Eres consciente de ellos, pero ya no te arrastran a trances de ansiedad, miedo, ira, etc. En lugar de eso, puedes verlos pasar como nubes en el cielo, sin dejarte llevar.

En este estado de "no-trance", el Hipnotista Interno pierde su control sobre ti. Ya no eres un voluntario en el escenario de tu propia mente, creyendo cada sugestión que tu mente te ofrece.

En cambio, eres el miembro de la audiencia, observando el espectáculo, plenamente consciente de que es solo una ilusión—solo pensamientos, sin ningún poder real a menos que tú se lo des.